
Erin Wallace batió la marca de los 600 metros en la contrarrecta en Xiamen (China), para lo que se tuvo que vaciar y dar lo mejor. Por el rabillo del ojo iba vigilando las luces que, a sus pies, avanzaban y amenazaban con alcanzarla.
Erin fue una de las dos corredoras que marcaban el ritmo para la campeona mundial Faith Kipyegon en la prueba de los 1.000 metros en el meeting de abril de la Diamond League. Sobre la pista, las liebres se encargan de mantener el ritmo necesario para marcar ciertos tiempos. Normalmente, para aspirar a batir una plusmarca. En este caso, Faith luchaba por bajar de los 2:28.98 en los 1.000 metros, un récord del mundo establecido 27 años atrás.
Erin sabe perfectamente cómo marcar un ritmo al milisegundo. En Londres, allá por 2024, cuando esta atleta escocesa contaba 24 años, marcó el ritmo en los 800 metros para su compañera de equipo nacional, Keely Hodgkinson, atleta Nike. Tras ir rebajando el paso al superar los 500 metros, fue testigo del empujón final de Keely, que apretó en la segunda vuelta y logró batir el récord británico con un tiempo de 1:54.61.
En el plano de la exigencia física, competir o correr para marcar un ritmo no son muy diferentes. Pero en el plano mental, las diferencias son más que considerables.

Marcar un ritmo supone equilibrar dos aspectos: correr para ayudar a otra persona y luchar contra tus propias capacidades (y limitaciones) físicas.
"A lo mejor eres capaz de marcar un tiempo fantástico, pero eso no garantiza que sepas regular la velocidad para ayudar a que otra persona supere sus propios tiempos".
Erin Wallace, atleta Nike y liebre profesional en atletismo
En la línea de salida
Una distancia de medio fondo, como son los 1.000 metros de Xiamen, reclama máxima precisión en las liebres. Trevor Painter, el entrenador de Erin, le sugirió que empezase la carrera con una actitud conservadora. En cuanto suena el pistoletazo, arranca la competición. Como salía desde la tercera calle (contada desde la exterior), durante los primeros 50 metros tuvo que remontar hasta situarse en cabeza del grupo. Pero al paso de los 200, su tiempo era de 29.4 segundos, algo por encima del ritmo ideal de carrera, de 28.8. Había que subir la velocidad. ¿Así de rápido voy bien? ¿No será demasiado? ¿O tendré que acelerar más? En el cerebro de la liebre, esta discusión se repite mil veces. Cuando alcanzó los 400 metros, el cronómetro indicó 59.38 segundos, casi a la par que las luces que parpadeaban como guías junto a la pista, en el interior de la cuerda.
"En los meetings de la Diamond League, hay cronómetros situados cada 100 metros. Pero eso da igual: tú tienes que llevar tu propio reloj interno y saber cuándo hay que apretar el paso", explica Erin. "A lo mejor eres capaz de marcar un tiempo fantástico, pero eso no garantiza que sepas regular la velocidad para ayudar a que otra persona supere sus propios tiempos".
Durante la carrera
El cronómetro del estadio indica un tiempo, pero en tu cuerpo hay otro cronómetro también en marcha, que te alerta para que sepas cuándo acelerar o ralentizar. Erin señala que cada distancia requiere una estrategia y una percepción particular para las liebres. En las más cortas, cuando se trata de esprintar, te fías más de la luz. Te sirve de brújula el propio umbral de esfuerzo. Pero en distancias más largas, hay más espacio para cometer errores en la estrategia.
"Para correr como liebre, tienes que aprender a escuchar a tu cuerpo y a fijarte en el entorno a una intensidad altísima", avisa. "Te fijas en qué posición ocupas respecto al resto de competidoras, vigilas dónde están los cronómetros en el estadio y, sobre todo, buscas cualquier detalle que pueda alterar la carrera. Por ejemplo, cómo afecta tu salida al resto de atletas".
Operación salida
En los últimos 400 metros, muchas liebres abandonan la pista y dejan que el resto de atletas afronte la vuelta decisiva. Es un momento lleno de riesgos y obstáculos, como el límite de la calle interior junto a la cuerda, los cronómetros y hasta los marcadores electrónicos. En el caso de Erin en Xiamen, cuando llegó su recta de meta y los últimos 20 metros (de los 600 metros que debía recorrer como liebre), se percató de que "la situación estaba un poco revuelta". Se refiere específicamente a que había un cartel publicitario que le impedía abandonar la pista por la vía más fácil. Tendría que saltarlo o encontrar un hueco un par de metros más allá de la línea de meta y desviarse con una maniobra brusca.
Al final, consiguió escabullirse justo delante del cartel. Se lanzó de cabeza a su meta particular y llegó, aunque fue por los pelos.
"Cuando abandonas la pista, tu objetivo es dejarle el camino tan despejado como sea posible a quien sigue tu estela".
Y así fue para Faith, que echó el resto y ganó sobradamente la prueba de 1.000 metros... pero el récord mundial se le escapó por unas centésimas. La clave es aprender de cada competición para afrontar el siguiente desafío: batir los 4 minutos en la milla, en París, el 26 de junio.
¿Y qué opina Erin del desafío de Faith? "Es una auténtica locura", nos dice directamente. "Cuando corres a su lado, como yo he tenido la oportunidad esta temporada, te das cuenta del pedazo de talento que tiene". Erin subraya que considera todo un honor participar en el reto Breaking4. "Las liebres tenemos la oportunidad de tomar parte en historias como esta", reflexiona. "Y saber que aportaré mi granito de arena para que ella consiga superar ese desafío me motiva a darlo todo".