• Por la victoria

Rai Benjamin, un universo competitivo único

  • 11/9/2025

Rai Benjamin ha vivido toda su vida con los pies en dos mundos distintos. En la pista, es uno de los vallistas de 400 metros más rápidos de la historia, pero sus equipos de relevos 4x400 metros también han protagonizado algunas de las actuaciones más memorables del atletismo estadounidense. (Un ejemplo reciente: el relevo del año pasado en París, donde Rai corrió una inspirada última posta en 43.13 segundos y resistió el feroz avance del equipo de Botsuana). Luce con orgullo el jersey de Estados Unidos, pero también se siente profundamente orgulloso de ser hijo de inmigrantes de Antigua, que construyeron su vida en el Bronx. Rai competirá en los 400 metros con vallas en Tokio, en busca de su primer título mundial. Pero sus distintas facetas al competir están entrelazadas con los múltiples vínculos que lo definen como atleta: una combinación en partes iguales de atleta individual, compañero de equipo, estrella estadounidense e hijo de padres caribeños. A continuación, Rai habla sobre su identidad de atleta, su revelación durante la temporada invicta de 2024 y por qué valora al equipo por encima de todo.


Desde mis inicios, pude experimentar lo que hace especial al atletismo como deporte individual y colectivo. Cuando tuve la edad suficiente para competir a nivel internacional, representé a Antigua en el campeonato mundial juvenil en Ucrania. Fue una experiencia muy buena en general, pero ahora me doy cuenta de que me faltaba ese sentido de camaradería con mis compañeros de equipo. Veía al equipo de EE. UU., todos divirtiéndose juntos, cada uno haciendo en lo suyo. Me di cuenta de que me faltaba ese aspecto de equipo. Ahí estaba yo, con 15 años, solo en una habitación de hotel en un país extranjero. Cuando es tu primera vez en una competencia importante, tener compañeros que están pasando por lo mismo que tú, aunque compitas de forma individual, es fundamental.

Fue ese sentido de camaradería lo que me llevó a solicitar competir para el equipo de EE. UU. Todos mis amigos competían para Estados Unidos, y yo quería ser parte de eso. La transferencia fue un proceso largo. Pasé por dos temporadas universitarias completas antes de que se aprobara. Recuerdo exactamente dónde estaba cuando recibí la noticia. Estaba en una clase de español, a las 8 de la mañana. Horrible. Todos medio dormidos. De repente, me llega un correo electrónico: me habían aprobado el cambio de nacionalidad deportiva. Representar tanto a Antigua como a Estados Unidos es parte esencial de mi historia. Competir por el país de origen de mi familia me ayudó a tomar un rumbo que cambió mi forma de ver la vida, tanto en lo deportivo como en lo personal. 

Dejar Nueva York para ir a la universidad en Los Ángeles fue como pasar de la noche al día. Al salir del aeropuerto de LAX, vi por primera vez autopistas de seis carriles. El sol siempre brillaba, no había ni una nube en el cielo, y encontrabas un In-N-Out en cada esquina. Parecía una vida sacada de la televisión. Y luego llegué a la pista: había chicos corriendo los 400 m en 45 segundos, y los relevos en 3:15. Pensé: "Cielos, esto es otro nivel de atletismo, completamente distinto". Soy un orgulloso chico de la Costa Este, pero estaba listo para ese cambio cultural cuando llegué a la UCLA y luego a la USC, porque sabía que iba a crecer como competidor. 

Los atletas tienen suerte si logran una temporada destacada que defina su carrera. Tener dos es aún más raro. La temporada 2024 fue especial para mí. Terminé invicto en las vallas, marqué el mejor tiempo del mundo dos veces, y el relevo 4x400 en París fue una de las carreras más locas en las que participé. Pero la temporada 2018 en la USC fue mágica. Mis tiempos al aire libre fueron rápidos, y ese equipo de relevo 4x400 (Michael Norman, Ricky Morgan y Zach Shinnick) fue especial de principio a fin. Pero lo que realmente me transformó como atleta fueron los años intermedios, esos seis años llenos de lesiones. Fueron los más difíciles de mi carrera. Algo debía cambiar. Antes de la temporada 2024, hablé con la entrenadora Joanna Hayes y le dije: "Mira, este año solo quiero divertirme otra vez. No quiero pensar demasiado en nada. Solo quiero correr, mantenerme sano y volver a disfrutar la pista". Siendo la gran entrenadora que es, se sentó con mi preparador físico y diseñaron un plan para la temporada. Fue como si se activara un interruptor: volví a sentirme yo mismo.

"Competir por el país de origen de mi familia me ayudó a tomar un rumbo que cambió mi forma de ver la vida, tanto en lo deportivo como en lo personal".

Rai Benjamin

Volví a disfrutar la pista cuando aprendí a soltar lo que no podía controlar. Hay un límite en lo que uno puede hacer para prepararse: entrenar, estar presente y aceptar cuando ya hiciste lo suficiente. Me gusta decir que 2024 fue mi temporada de rendición. 

Saber cuándo decir que no es una de las decisiones más importantes que puede tomar un atleta. Yo tuve dos momentos muy claros en mi vida. Uno fue cuando decidí no correr en el Pre Classic de 2024. Tenía una lesión recurrente en el cuádriceps que volvía a aparecer. Recuerdo perfectamente que les dije a mis entrenadores y a mi agente que si corría el Pre, arruinaría el resto de la temporada. Tenía la mirada puesta en París, más adelante ese verano. Sabía que estaba arriesgando una medalla en París si insistía en competir en Eugene con ese dolor. Para dar crédito a mi equipo, todos me apoyaron. Dejé que mi pierna se recuperara. Cuando corrí en Mónaco en julio, me di cuenta de que había tomado la decisión correcta. Esa victoria me dio toda la confianza del mundo para llegar a París. 

A menos que hayas corrido en un relevo, no sabes lo especial que es correr por tus compañeros de equipo. Esa medalla de relevo 4x400 en París significa más para mí que el oro individual. Los cuatro corríamos por el otro. Corríamos por toda la nación. Apenas recibí la posta como ancla, escuché el aliento del estadio más ruidoso de mi vida. Llegué a la recta final y estaba agotado, sin nada más en el tanque. Le pedí a Dios que me diera fuerzas para llegar hasta la meta. Recuerdo cruzar la línea y sentir esa euforia. Los chicos estaban tan felices, la gente había enloquecido. Fue una de las cosas más difíciles que hice en toda mi vida.

Hoy estoy mejor que nunca en el aspecto mental de la competencia. Mi victoria en el campeonato nacional de EE. UU. fue un gran ejemplo de mi madurez como corredor. Caleb Dean estaba en el carril exterior y salió disparado como si lo hubieran lanzado de un cañón. Pero ya corrí contra estos chicos muchas veces. Sé exactamente cómo plantean la carrera. Sabía que Caleb atacaría fuerte las primeras seis vallas. Normalmente, por la séptima valla ya sé si alguien puede mantener ese ritmo, y ahí me di cuenta de que yo podría alcanzarlo. Eso es madurez. Confío en mi experiencia y en cómo se planificó mi carrera, así que no me desconcierta lo que haga un rival. Ya no dudo de mis tácticas como lo hacía cuando era más joven. 

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